Historia de la Corona Angélica
En el año de 1750, apareció un día San Miguel Arcángel a la Sierva de Dios Sor Antônia d’Astónaco en Portugal, y el Santo Arcángel le dijo que quería ser venerado por nueve salutaciones correspondientes a los nueve coros de ángeles.
Saludos, que consisten en la recitación de un Padre Nuestro y tres Ave María, en honor de las tres jerarquías angélicas (compuestas de tres coros angelicales cada una), y que terminaría en los últimos cuatro saludos compuestos de un Padre Nuestro cada uno: el primero en su honor, el segundo en honor de San Gabriel, San Rafael en el tercero y el cuarto para el Santo Ángel de la Guarda.
Se concedieron indulgencias a este Rosario por la Santa Sede Apostólica en 1851 y 1852 por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos.
Prometió el glorioso Arcángel a la Sierva de Dios que, quien le honrase de esta manera antes de la Sagrada Comunión, sería acompañado a la Sagrada Mesa por un ángel de cada uno de los nueve coros.
Y quienes rezasen todos los días estas nueve salutaciones, les prometió además su asistencia y la de los santos ángeles durante su vida y que después de la muerte los libraría del Purgatorio a ellos y a sus allegados.