A primera vista, y sobre todo para el que no está habituado a contemplar los ilimitados horizontes de la fe, la vida de San Francisco Javier parece, en cierto sentido, frustrada.
Con su ferviente vida de oración y su apasionado amor a Jesucristo, San Juan María Vianney alimentó su cotidiana donación sin reservas, a Dios y a la Iglesia.