MarĆ­a SantĆ­sima

Nuestra SeƱora del Pilar

Nuestra Señora del Pilar es la primera devoción a la Madre de Dios.

Nuestra SeƱora del Pilar es la primera devoción a la Madre de Dios. Cuando Jesucristo, antes de regresar al Padre, les dio a sus Apóstoles y discĆ­pulos las Ćŗltimas instrucciones referentes a la misión que les encomendaba en esta Tierra, les dijo: ā€œId, pues, y haced discĆ­pulos a todos los pueblos, bautizĆ”ndolos en el nombre del Padre y del Hijo y del EspĆ­ritu Santoā€ (Mt 28, 19).

IndicÔndoles con esto que el anuncio de la Buena Nueva no debía restringirse sólo al Pueblo Elegido, sino que, por el contrario, debía abarcara todos los hombre.

Misteriosos fueron los caminos que el Señor escogió para hacer efectivo ese mandato. Las primeras predicaciones de los Apóstoles, inmediatamente después de Pentecostés, tuvieron lugar en Jerusalén (cf. Hch 2, 41ss). Produjeron tal avalancha de conversiones que hizo estallar el odio del sanedrín contra ellos.

Entonces, comenzó una oleada de violentas persecuciones, aguza das en el perĆ­odo en el que —a causa de la salida de Pilato del gobierno de Judea— se creó un vacĆ­o de mando y el sanedrĆ­n tuvo de hecho el poder en sus manos.

Por eso, muchos cristianos se vieron obligados a huir hacia otras tierras, llevando con ellos el testimonio de una fe acrisolada por las probaciones.

Eran la levadura que empezaba a penetrar en la masa del mundo pagano para transformarlo desde dentro por completo.

En ese momento histórico fue, sin duda, cuando varios Apóstoles partieron hacia tierras de misión.

Y a uno de ellos, como lo habĆ­a profetizado el Maestro, le tocó viajar hasta ā€œel confĆ­n de la tierraā€ (Hch 1, 8) conocida por aquel entonces, hasta el mismo finis terrƦ, delimitado por las mitológicas columnas de HĆ©rcules: Hispania, una de las mĆ”s prósperas colonias del Imperio, rica en recursos minerales y cuya gente se habĆ­a integrado en la estructura administrativa y cultural de Roma.

DifĆ­cil misión para el ā€œhijo del truenoā€.

Según una venerable tradición, le correspondió este encargo a Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo. Debió llegar a la Península Ibérica a bordo de algún barco fletado por judíos de la diÔspora, pues numerosos escritos de la Antigüedad cristiana mencionan, desde el siglo III, aspectos de su presencia en esa región.

Muy poco se conoce, no obstante, sobre las circunstancias de su predicación. A respecto del lugar en que el apóstol arribó y el recorrido que siguió, los datos disponibles permiten tan sólo aventurar hipótesis.

Sin embargo, se puede dar por sentado que en el aƱo 40 se encontraba en la ciudad de CƦsaraugusta (actual Zaragoza) donde, despuƩs de infaustas labores misioneras, habƭa obtenido frutos muy modestos.

SegĆŗn consta, sólo siete familias habĆ­an abrazado la fe en Cristo en toda la nación. Ɖstas lo acompaƱaban en sus lides por la expansión del Reino.

Grande tuvo que ser la probación por la que el ā€œhijo del truenoā€ pasó al constatar unos resultados tan por debajo de los anhelos de un alma fogosa como la suya, que habĆ­a presenciado las proficuas predicaciones en JerusalĆ©n, con multitudes enteras convirtiĆ©ndose a la Ley EvangĆ©lica.

Ā Y bien podemos suponer que el demonio del desĆ”nimo hubiera llamado a las puertas de su corazón… Confianza y oración eran las Ćŗnicas armas a su alcance en esta difĆ­cil coyuntura, y se dispuso a usarlas.

Inesperada y animadora visita de Nuestra SeƱora.

La madrugada del 2 de enero del año 40, el apóstol Santiago salió del recinto amurallado de Cæsaraugusta para ir a la orilla del río Ebro a rezar los salmos del Dios verdadero, costumbre judía que los primeros cristianos aún conservaban.

Seguramente estaría pensando en el desdén con que los habitantes de aquella ciudad, inmersos en el paganismo y en el vicio, despreciaban la invitación a la verdadera vida.

Había llegado el momento escogido por la Providencia para marcar por los siglos a una nación entera.

De repente, una intensa luz envolvió el ambiente y una gran multitud de la milicia celestial se hizo visible. Pero aquella fabulosa visión, que contrastaba con la dura prueba por la cual estaba pasando el apóstol, no era sino el marco de lo que vendría enseguida.

María Santísima, la Madre de Jesús, que aún estaba viva y moraba en Jerusalén, llegaba sobre una nube traída por manos angélicas hasta el sitio donde se encontraba Santiago.

Junto a Ella, otros espíritus celestiales portaban una columna de jaspe, de la altura de un hombre y de un palmo de diÔmetro. La pusieron en el suelo y la Virgen se posó sobre ella, saludando con afecto al intrépido apóstol, que contemplaba extasiado el inaudito espectÔculo.

Por un singular privilegio, Santiago iba a recibir directamente de los labios de Nuestra Señora el consuelo y Ônimo que necesitaba para continuar con determinación su batalla, seguro de que las dificultades del momento constituían tan sólo una prueba cuya superación le traería abundantes frutos espirituales.

 Y como prenda de este celestial mensaje, Nuestra Señora quiso dejarle al hijo de Zebedeo el pedestal sobre el que había pronunciado palabras semejantes a estas:

ā€œMira esta columna en que me asiento. Sabe que mi Hijo la ha enviado desde lo alto por manos de los Ć”ngeles.

En este lugar la virtud del AltĆ­simo obrarĆ” prodigios y milagros admirables por mi intercesión y reverencia a favor de aquellos que imploren mi auxilio en sus necesidades, y la columna permanecerĆ” en este lugar hasta el fin del mundo, y nunca faltarĆ”n en esta ciudad fieles adoradores de Cristoā€.

Concluida la celestial e inesperada visita, Santiago se encontró nuevamente a solas con sus discípulos.

Podemos imaginar la alegría que se apoderaría de aquel reducido grupo de cristianos: la Madre de Dios había ido a consolarlos en la tribulación, dejÔndoles un peculiar símbolo del que, como fruto de su apostolado, debería ser la fe inquebrantable de aquel pueblo.

Los primordios del actual santuario de Nuestra SeƱora del Pilar.

De cualquier forma, los frutos de la predicación del apóstol y su pequeño grupo de seguidores no se hicieron esperar. A partir de ese momento la fe comenzó a crecer con fuerza tanto en Zaragoza como en el resto de la Península Ibérica.

San Pablo ya hablaba de la existencia de una Iglesia en EspaƱa (cf. Rm 15, 24) y son constantes las referencias a ella en el transcurso de la Historia.

Y cuando en el siglo IV empezó la persecución de Diocleciano, Santa Engracia y sus compaƱeros escribieron con su sangre en aquella ciudad el bellĆ­simo episodio de los ā€œinnumerables mĆ”rtiresā€, narrado por el poeta Prudencio en su obra Peristephanon.

Nuestra SeƱora del Pilar, inabalƔvel durante dois mil anos.

Fundada por los íberos en el tercer siglo de la Era Antigua, Zaragoza experimentó a lo largo de su multisecular historia el influjo de diversas razas y culturas que modelaron poco a poco el carÔcter de su gente.

Cerca de quince años antes del nacimiento de Cristo se transformó en una ciudad romana, adquiriendo el nombre de Cæsaraugusta , en honor al emperador.

MÔs tarde fue habitada por visigodos, conquistada por musulmanes, reconquistada por los cristianos y, en tiempos mÔs recientes, dominada por los franceses durante la invasión napoleónica.

Pero, en medio de todas esas vicisitudes, algo se mantuvo inalterado a despecho de tanta desgracia.

Desde el siglo I de la Era Cristiana hasta nuestros días, late en el corazón de los zaragozanos la fe católica profesada bajo el manto de Nuestra Señora del Pilar, devoción que ni las furibundas persecuciones romanas, ni la dominación visigótica, ni el orgullo de la herejía arriana, ni la invasión sarracena, ni las bayonetas del ejército de Napoleón, cargadas de odio revolucionario contra la Religión, consiguieron destruir.

Ante el oleaje de la Historia, impulsado a menudo por una saña anticristiana, el Pilar y el culto a Nuestra Señora permanecieron imperturbables, por merced de la especial protección profetizada por María en el momento de su aparición.

Intolerancia de los AlmorƔvides.

Dejemos para otra ocasión los interesantes acontecimientos ocurridos durante las dominaciones germÔnicas y situémonos en la segunda década del siglo VIII, cuando, aprovechando la decadencia de la dinastía visigoda, los guerreros del Islam conquistaron la casi totalidad de la Península Ibérica.

Los nuevos señores de las Españas, dependiendo de las circunstancias concretas con las que se encontraban en cada parte, impusieron condiciones muy diversas a la prÔctica de la Religión católica, que variaban desde la persecución declarada hasta una tolerancia benévola.

En Zaragoza el culto fue autorizado, aunque con pesadas restricciones, entre ellas la prohibición de hacer cualquier reparación en los templos, lo que lleva a preguntarse quĆ© estado tendrĆ­an esos edificios a medida que las dĆ©cadas y los siglos hicieran sentir sobre ellos sus efectos…

Casi cuatro siglos llevaba la población bajo el dominio sarraceno cuando en 1118 Alfonso I el Batallador, un rey joven y emprendedor, acometió la reconquista de la ciudad.

El obispo Bernardo, expulsado poco tiempo antes de la sede cesaraugustana por la creciente intolerancia de los almorƔvides, acababa de fallecer; entonces como sustituto el monarca propuso al Papa Gelasio II el nombramiento de un virtuoso clƩrigo francƩs llamado Pedro de Librana.

El Sumo Pontífice, que se encontraba en el sur de Francia, le confirió la ordenación episcopal y colmó de beneficios espirituales a los que otorgasen alguna limosna para la reparación de la ciudad y de su iglesia.

Recuperada finalmente la ciudad, el nuevo obispo se puso manos a la obra para hacer efectivo el deseo manifestado por el Santo Padre de promover la restauración del vetusto recinto.

Entre otras disposiciones, envió una carta a todos los fieles de la cristiandad, en la que menciona a esta iglesia como siendo ā€œprevalenteā€ y la que ā€œantecede a todas por su bienaventurada y antigua nombradĆ­a de santidad y dignidadā€.

Ahora bien, si en el siglo XII ya era conocido en toda Europa, como lo atestigua la naturalidad con la que Mons. Pedro de Librana habla de él, no se puede negar que existiera antes de la invasión sarracena.

Pues si durante ese período de cuatro siglos, como hemos visto, no se le permitió a nadie realizar reforma alguna en los templos cristianos, a fortiori estaba prohibido edificar uno nuevo.

A partir de ese momento, la historia de la iglesia de Santa Marƭa de Zaragoza, como era conocida entonces, puede ser acompaƱada a travƩs de los documentos que atestiguan los hechos mƔs importantes ocurridos allƭ.

De Ć©stos, destacaremos tan sólo dos que confirman la profecĆ­a hecha por la Virgen en su aparición al apóstol Santiago: ā€œla columna permanecerĆ” en este lugar hasta el fin del mundoā€.

Comentarios

Santos

El nombre de Santo TomƔs de Aquino es un marco para todos aquellos que buscan la verdad.

enero 29, 2022

La búsqueda de la verdad es tan antigua como el propio hombre, y no hay uno solo entre los seres racionales que no desee poseerla. Por otro lado, la privación de ese excelente bien acaba dando a la colectividad humana un aspecto desfigurado, que se explica por la adhesión a falsas doctrinas o a medias verdades. Nuestra sociedad occidental es un ejemplo de esa profunda carencia que no encuentra en los avances de la técnica, ni en la fugacidad de los vicios una respuesta satisfactoria.

TomƔs de Aquino, un niƱo que buscaba lo Absoluto

Pero al final, ĀæQuĆ© es la verdad? Ɖsta era una de las preguntas que el pequeƱo TomĆ”s de Aquino hacĆ­a en sus tiernos cinco aƱos de edad.

Según una costumbre de la época, su educación fue encomendada a los benedictinos de Monte Carmelo, lugar donde se trasladó. Viendo a un monje cruzar con gravedad y recogimiento los claustros y corredores, tiraba insistentemente de la manga de su hÔbito y le preguntaba:

ā€œĀæQuiĆ©n es Dios?ā€.

 Descontento con la respuesta que, aunque verdadera, no satisfacía enteramente su deseo de saber, esperaba que pasara otro hijo de San Benito y también le preguntaba:

ā€œHermano Mauro, ĀæMe puede explicar quiĆ©n es Dios?ā€

Pero… Ā”quĆ© decepción! De nadie conseguĆ­a la explicación deseada. Ā”Cómo las palabras de los monjes eran inferiores a la idea de Dios que aquel niƱo poseĆ­a en el fondo de su alma!

Santo TomƔs de Aquino - Agnolo Gaddi

Santo TomƔs de Aquino - Agnolo Gaddi

Fue en ese ambiente de oración y serenidad que transcurrió feliz la infancia de Santo TomÔs de Aquino. Nació allÔ por el año de 1225, benjamín de los condes de Aquino, Landolfo y Teodora. Intuyendo para el pequeño un futuro brillante, sus padres le proporcionaron una robusta formación. Mal podían imaginar que él sería uno de los mayores teólogos de la Santa Iglesia Católica y la roca fundamental del edificio de la filosofía cristiana, el punto de convergencia en el cual se reunirían todos los tesoros de la teología hasta entonces acumulados y del que partirían las luces de las futuras explicitaciones.

La vocación puesta a prueba

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Roccasecca - Ruinas del Catillo de la familia Aquino

Siendo muy joven todavía, Santo TomÔs partió hacia NÔpoles con el fin de estudiar gramÔtica, dialéctica, retórica y filosofía. Las materias mÔs arduas, que cuestan hasta a los espíritus mÔs robustos, no pasaban de ser un simple juguete para él.

Mientras, en ese periodo de su vida, no avanzó menos en santidad de lo que en ciencia. Su entretenimiento era rezar en las diversas iglesias y hacer el bien a los pobres.

Todavía en NÔpoles Dios le manifestó su vocación. Sus padres deseaban verlo benedictino, abad en Montecassino o arzobispo de NÔpoles, sin embargo, el Señor le trazaba un camino bien diferente.

Era en la Orden de los Predicadores, recién fundada por Santo Domingo, donde la gracia habría de tocarle al alma. Santo TomÔs descubrió en los dominicos el carisma con el cual se identificó por completo. Después de largas conversaciones con Fray Juan de San JuliÔn no dudó en ingresar a la Orden y hacerse dominico a los 14 años de edad.

Acostumbra la Providencia Divina fraguar en el crisol de los sufrimientos a las almas que confiere un llamamiento excepcional, y Santo TomÔs no escapó a esta regla.

Cuando su madre supo de su ingreso en los dominicos, se llenó de furia y quiso sacarlo a la fuerza. Huyendo a ParĆ­s, con el objetivo de escapar de la tiranĆ­a materna, el santo doctor fue atrapado por sus hermanos que lo buscaban con todo empeƱo. DespuĆ©s de apalearlo brutalmente, probaron despojarlo de su hĆ”bito religioso. ā€œEs una cosa abominable —dirĆ” despuĆ©s Santo TomĆ”s— querer reclamar al Cielo por un don que de Ć©l recibimosā€.

AsĆ­ capturado, lo llevaron hasta la madre, intentó hacerlo abandonar sus propósitos, en la incapacidad de convencerlo, encargó a sus dos hijas que disuadieran a cualquier precio al hermano ā€œrebeldeā€. Con palabras seductoras, ellas le mostraros las mil ventajas que el mundo le ofrecĆ­a, hasta la de una prometedora carrera eclesiĆ”stica, siempre que renunciase a la Orden Dominica.

El resultado de esta entrevista fue asombroso: una de las hermanas decidió hacerse religiosa y partió hacia el convento de Santa María de Capua, donde vivió santamente y fue abadesa. ”Es la fuerza de la convicción y el poder de persuasión de este hombre de Dios!

Enfrentamiento decisivo

Harta de sus vanos esfuerzos, la familia tomó una medida drÔstica: lo encarceló en la torre del castillo de Roccasecca, con la intención de mantenerlo en ese estado mientras no desistiese de su vocación. En completa soledad, el santo pasó allí casi dos años, que fueron aprovechados en profundizar en las vías de la contemplación y del estudio.

Los frailes dominicos le acompaƱaban espiritualmente a travƩs de oraciones y le enviaban con audacia libros y nuevos hƔbitos que llegaban a sus manos a travƩs de sus hermanos.

Como pasaba el tiempo sin que el joven detenido decayera, sus hermanos —instigados por SatanĆ”s— prepararon un plan execrable: enviaron a la torre a una mujer de malas costumbres para hacerlo caer en pecado.

A pesar de todo, Santo TomÔs hacía mucho que se había fortalecido en la prÔctica de todas las virtudes, y no se dejaría arrastrar. Viendo aproximarse a aquella perversa mujer, cogió del fuego una brasa encendida y con ella se defendió de la infame tentadora, que huyó asustada para salvar su propia piel.

”Insigne victoria contra el enemigo de la salvación! Reconociendo en este episodio la intervención divina, Santo TomÔs trazó con la misma brasa una cruz en la pared, se arrodilló y renovó su promesa de castidad.

Complacidos por este gesto de fidelidad, el SeƱor y su Madre le mandaron un sueƱo durante el cual dos Ć”ngeles le ciƱeron con un cordón celestial, diciendo: ā€œVenimos de parte de Dios a conferirte el don de la virginidad perpetua, que a partir de ahora serĆ” irrevocableĀ».

Nunca mÔs Santo TomÔs sufrió tentación de concupiscencia o de orgullo. El título de Doctor Angélico no le fue dado únicamente por haber transmitido la mÔs alta doctrina, sino también por haberse asemejado en todo a los espíritus purísimos que contemplan la cara de Dios.

El alumno supera al maestro

Ahora con el permiso de los suyos, Santo TomÔs partió para consolidar su formación intelectual en París y Colonia. Se hablaba mucho de la predicación que hacía en esta última ciudad el obispo San Alberto Magno, el mÔs prestigioso maestro de la Orden de los Predicadores.

Santo TomÔs rezó, pidiendo conocerlo y recibir de él las maravillas de la fe, y para alegría suya, fue atendido. Lo que san Alberto Magno no podía imaginar es que aquel humilde fraile, de pocas palabras y de presencia discreta, tuviese una envergadura espiritual tan grande.

Cierto día, cayó en las manos del maestro un texto escrito por su alumno. Admirado por la profundidad del contenido, pidió a Santo TomÔs que expusiera ante la clase aquel tema.

El resultado fue una explicación sorprendente en todo, en la cual los demÔs alumnos comprobaron qué temerario era el juicio peyorativo que hacían de su compañero: él logró explicitar con mÔs riqueza, expresividad y claridad que el propio san Alberto.

De ahƭ en adelante, la vida del Doctor AngƩlico fue una secuencia de sublimes prestados a la sagrada teologƭa y a la filosofƭa.

A los 22 años de edad interpretó con genialidad la obra de Aristóteles; a los 25; junto a San Buenaventura, obtuvo el doctorado en la Universidad de París. Estos dos arquetipos doctrinarios se tenían una recíproca admiración, hasta el punto de disputar afectuosamente, sobre el día que recibirían el título mÔximo, quién sería nombrado primero, cada cual deseando al otro la primacía.

Obra portentosa

Tan vasta es la obra tomista que la simple enumeración de sus escritos ocupa varias pĆ”ginas. Forman un total de casi sesenta grandes obras – entre comentarios, sumas, cuestiones y opĆŗsculos – de las cuales no estĆ” excluida ninguna de las grandes preocupaciones del espĆ­ritu humano.

Su prodigiosa memoria le permitía retener todas las lecturas que hiciera, entre ellas, la Biblia, las obras de los filósofos antiguos y los Padres de la Iglesia. Cada una de las ochenta mil citaciones contenidas en sus escritos brotaron espontÔneamente de su prodigiosa retentiva.

JamÔs precisó leer dos veces el mismo texto. Al serle preguntado cuÔl era el mayor favor sobrenatural que recibiera, después de la gracia santificante, respondió: «Creo que el de haber entendido todo cuanto leí».

En sus obras vemos una increíble agudeza de espíritu, un raro don de formular y una superior capacidad de expresión. Acostumbraba resolver cuatro o cinco problemas al mismo tiempo, dictando a diversos escribanos respuestas definitivas a las cuestiones mÔs oscuras.

No sucumbió al peso de sus conocimientos, sino que, al contrario, los armonizó en un conjunto incomparable que tiene en la Suma Teológica la mÔs brillante manifestación.

Sabiduría y oración

Hablar de las cualidades naturales del Doctor Angélico sin considerar la supremacía de la gracia que resplandecía en su alma sería una deturpación. Fray Reginaldo, su fiel secretario, dice haberlo visto pasar mÔs tiempo a los pies del crucifijo que en medio de los libros.

A fin de obtener luces para solucionar intrincados problemas, el santo doctor hacƭa frecuentes ayunos y penitencias, y no era poco frecuente que el SeƱor le atendiera con revelaciones celestiales.

En cierta ocasión, mientras rezaba fervorosamente pidiendo luces para explicar un pasaje de Isaías, se le aparecieron San Pedro y San Pablo y le esclarecieron todas las dudas.

Recurría también a Jesús Sacramentado. A veces, colocaba la cabeza en el sagrario y rezaba prolongadamente. Aseguró después haber aprendido mÔs de esta forma que en todos los estudios que hiciera. Por su entrañado a amor a la Eucaristía compuso el Pange Lingua y el Lauda Sion para la fiesta del Corpus Christi: obras primas jamÔs superadas.

Un día, estando inmerso en la adoración a Jesús Crucificado, el Señor se dirigió a él con estas palabras:

Escribiste bien sobre Mí, TomÔs. ¿Qué recompensa quieres?

Nada mĆ”s que a Vos, SeƱor – respondió Ć©l.

Una recompensa demasiadamente grande

ADORO TE DEVOTE - Gregoriano | Autor: SantoTomƔs de Aquino

En 1274 Santo TomÔs partió hacia Lyon con el fin de participar del Concilio Ecuménico convocado por el Papa Gregorio X, pero en el camino enfermó gravemente.

Como no había ninguna fundación dominica cercana, fue llevado a la abadía cisterciense de Fossanova, donde falleció el 7 de Marzo, antes de cumplir los 50 años de edad. Sus reliquias fueron transportadas a Toulouse el 28 de Enero de 1369, día en el que la Iglesia Universal celebra su memoria.

Al recibir por última vez la sagrada eucaristía, dijo él:

«Yo recibo el precio del rescate de mi alma, ViÔtico de mi peregrinación, por cuyo amor estudié, vigilé, trabajé, prediqué y enseñé. He escrito tanto y tan frecuentemente, he discutido sobre los misterios de vuestra Ley, oh mi Dios; sabéis que nada deseé enseñar que no hubiese aprendido de Vos.

Si lo que escribĆ­ es verdad, aceptadlo como un homenaje a vuestra infinita majestad; si es falso, perdonad mi ignorancia; consagro todo lo que hice y lo someto al infalible juicio de vuestra Santa Iglesia Romana, en la obediencia a la cual estoy preparado para partir de esta vida.Ā»

Ā”Bello testamento de elevada santidad! La Iglesia no tardó en glorificarlo, elevĆ”ndolo a la gloria de los altares en 1323. En la ceremonia de canonización, el Papa Juan XXII afirmó: ā€œTomĆ”s solo iluminó a la Iglesia mĆ”s que todos los otros doctores.

Tantos son los milagros que hizo como las cuestiones que resolviĆ³ā€. En el Concilio de Trento, las tres obras de referencia puestas sobre la mesa de la asamblea fueron la Biblia, los Hechos Pontificales y la Suma Teológica. Es difĆ­cil explicar lo que la Iglesia debe a este hijo sin par.

En Santo TomĆ”s la Iglesia contempla la realización plena de la oración hecha por el Divino Maestro en los Ćŗltimos momentos que pasó en esta tierra: ā€œHaz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. Yo los he enviado al mundo como tĆŗ me enviaste a mĆ­. Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que tambiĆ©n ellos se ofrezcan a ti por medio de la verdadā€. (Jn 17, 17-19).

(Revista Heraldos del Evangelio, Enero/2008, n. 73, pag. 32 a 35)

Destacados, MarĆ­a SantĆ­sima

Para muchos, quizƔ el Rosario sea uno de los asuntos sobre los que ya no hay nada mƔs que decir.

enero 20, 2022

Para muchos, quizƔ el Rosario sea uno de los asuntos sobre los que ya no hay nada mƔs que decir.

Se trata de una oración magnĆ­fica, es innegable. Sin embargo, ĀæquĆ© rincón habrĆ” en ese esplendoroso palacio aĆŗn no minuciosamente explorado, cartografiado y catalogado por la cohorte de santos y teólogos que, hasta el presente, se han aventurado a entrar en Ć©l? ĀæQuĆ© podrĆ­a motivarle a alguien el escribir unas cuantas pĆ”ginas sobre este tema si estĆ”n destinadas a perderse en medio de los miles —millones, tal vez— que le precedieron?

Aunque esas indagaciones tengan algo de verdadero, no expresan la realidad completa. Jesús compara a un escriba que se hace discípulo del Reino de Dios con un padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas y viejas (cf. Mt 13, 52). De manera anÔloga, todo lo que la Santa Iglesia ha engendrado a lo largo de los siglos posee siempre una aplicación para el presente, la cual les cabe a los católicos manifestarla.

En este sentido, el Rosario es extremadamente actual y no parece difícil demostrarlo. No obstante, para darle el debido valor a las «cosas nuevas» de dicho tesoro, serÔ necesario contemplar antes los quilates de algunas joyas de venerable antigüedad que lo componen.

La excelencia del Santo Rosario segĆŗn los Papas

¿Conocemos, de hecho, el enorme poder de esa oración aparentemente tan simple, tan sencilla, tan accesible, tan difundida por la devoción popular?

Sin duda, recurrir al magisterio pontificio nos servirĆ” de fundamento para tener una firme idea al respecto.

Los Papas la calificaron de «oración perfecta»,1 «compendio de la doctrina evangélica»,2 «noble distintivo de la piedad cristiana»,3 «dulce cadena que nos liga con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ôngeles, torre de salvación en los asaltos del infierno»,4 «garantía cierta del poder divino, apoyo y defensa de nuestra esperada salvación».5

El Rosario «despierta en el Ônimo de quien reza una suave confianza»,6 reanima la fe católica, hace revivir la esperanza e inflama la caridad, conserva la castidad e integridad de vida.7 En suma, es «la gran defensa contra las herejías y los vicios»8 y «el camino para alcanzar la virtud».9

Los teólogos le conceden la primacía

Nossa Senhora revela a devoção do RosÔrio a São Domingos de Gusmão - Paróquia de Riquewihr (França) - Foto: Sergio Hollmann
La Virgen revela la devoción del Rosario a Santo Domingo de GuzmĆ”n – Parroquia de Riquewihr (Francia)

Pero si los abrumadores elogios de los Papas no bastaran para convencernos de que el Rosario constituye la oración «mÔs hermosa, mÔs rica en gracias y gratísima al corazón de María»,10 podemos recurrir también a los doctores. Hay una razón teológica de gran belleza que justifica la elevada posición que ocupa esta plegaria con relación a las demÔs.

Grosso modo, las formas de oración se dividen en dos bloques: la vocal y la mental. Si empleamos una analogĆ­a con el ser humano, dirĆ­amos que la primera estĆ” para la segunda mĆ”s o menos como el cuerpo lo estĆ” para el alma. En la oración vocal, las palabras que utilizamos para dirigirnos a Dios —sean sacadas de un misal o de un breviario, en el caso de una oración oficial, o incluso de un libro, una estampa o cualquier otra fuente— componen el elemento Ā«materialĀ» de la plegaria, con el cual se estimula la oración mental. Esta Ćŗltima, por su parte, es propiamente la elevación de la mente a Dios, es decir, se produce cuando el hombre emplea su inteligencia y su corazón para contemplar y amar las realidades celestiales, con el auxilio de la gracia.

Ahora bien, entre las oraciones vocales, ¿cuÔl habrÔ mÔs excelsa que el padrenuestro, compuesto por el propio Hombre Dios (cf. Mt 6, 9-13), la salutación angélica (cf. Lc 1, 28.42) y el gloria al Padre, en honor a la Santísima Trinidad? Y en el campo de la oración mental, ¿qué tema mÔs sublime hallaremos para meditar que no sean los misterios de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, contemplados a lo largo del Rosario?

Por lo tanto, conforme resume el renombrado teólogo fray Antonio Royo Marín, OP, esta oración «encierra las ventajas de la oración mental y de la vocal en el grado objetivamente mÔs perfecto posible».11

Un gran misterio de la Historia

Otro elemento —quizĆ” aĆŗn mĆ”s sublime que los precedentes— tambiĆ©n justifica la grandeza del Rosario: su origen. No yerran los que creen que esta devoción ha bajado del Cielo y ha sido entregada a los hombres personalmente por la SantĆ­sima Virgen. Sin embargo, hay controversias sobre si fue o no revelada a SantoĀ Domingo.

La Historia, siempre sujeta a los documentos que sobrevivieron al tiempo, se limita a decir que, en lo que respecta al origen del Rosario, existe un gran misterio. No hay registros del siglo XIII que certifiquen que haya sido Santo Domingo el iniciador de esta devoción, dado que aparece en la pluma de los Papas y de los escritores únicamente a partir del siglo XV. Los precedió tan sólo la piedad católica, la cual, por cierto, siempre antecede de algún modo la proclamación oficial de las mÔs bellas verdades de la mariología.

De hecho, mucho tiempo antes del nacimiento del santo predicador ya existĆ­a una piadosa costumbre de rezar ciento cincuenta veces la avemarĆ­a en sustitución de los salmos de David, los cuales se rezaban en los primeros tiempos de la Iglesia; eso hizo que la oración se conociera como El Salterio de MarĆ­a.12 Solamente en el siglo XIII —época en que Santo Domingo desarrolló su apostolado— esta prĆ”ctica se difundió por toda la cristiandad, cuyos principales divulgadores fueron precisamente los dominicos. ĀæMera coincidencia? Nuevamente, un misterio…

La Ćŗnica fuente capaz de proporcionarnos algĆŗn dato al respecto —menos a fin con los espĆ­ritus incrĆ©dulos— es la voz de la mĆ­stica, la cual, sobre todo en la persona del Beato Alano de la Roche, presenta una narración toda ella hecha de espĆ­ritu maravilloso. ĀæSerĆ” enteramente verĆ­dica? La incógnita sigue y tal vez permanezca hasta el fin de los tiempos… No obstante, lo cierto es que el relato del religioso dominico es de tal manera acorde con la vocación profĆ©tica de SantoĀ Domingo que si en Ć©l hay algo incongruente con la realidad, somos llevados a pensar que, probablemente, los acontecimientos hayan ocurrido de un modo aĆŗn mĆ”s sublime.13

Narración del Beato Alano de la Roche

Mucho empeño había puesto Santo Domingo de GuzmÔn en su intento de convertir a los herejes albigenses, que terriblemente venían devastando Europa desde el siglo XII, sobre todo en la región de Languedoc, al sur de Francia. Sin embargo, su dedicación no había conseguido muchos frutos, pues día a día iba creciendo el número de los que adherían a la secta cÔtara.

Desolado, el fiel devoto de María se retiró a un bosque cerca de Toulouse, a fin de rogar a los Cielos que pusiera término a esa calamidad. Después de tres días de ayunos y sacrificios, ya no le quedan fuerzas y desfallece.

En el momento en el que su fĆ­sico alcanza el extremo lĆ­mite de sĆ­ mismo es cuando MarĆ­a SantĆ­sima se acerca, envuelta en una intensa luz, y le pregunta:

—¿Sabes, mi querido Domingo, de quĆ© arma se vale la Trinidad SantĆ­sima para reformar el mundo?

—Vos lo sabĆ©is mejor que yo —le responde, maravillado, SantoĀ Domingo.

Santo Domingo de GuzmƔn - Real Monasterio de Santo

—Pues sabe que la principal pieza de combate es la salutación angĆ©lica, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio.

Tras estas palabras, comienza de repente una furiosa tormenta. Rayos, truenos, una lluvia torrencial y temblores de tierra. Llevados por el miedo, los habitantes de la ciudad se refugian en la catedral, al son de las campanas que milagrosamente repican solas.

La tempestad dura bastante tiempo y únicamente para con las oraciones de Santo Domingo, el cual ya se encuentra en la catedral, delante de todos. Consolado por el auxilio de la Reina de los Ôngeles, les anuncia entonces el Santo Rosario. Casi toda la población de Toulouse lo acepta y abandona sus malas costumbres.14

Así, en medio de milagros estupendos habría surgido esta devoción, dÔdiva traída desde el Cielo, para beneficio de los hombres, por la propia Virgen María.

El Rosario en momento de crisis

¿Qué importancia tiene eso para el momento presente?

Las horas llave de la historia del Rosario fueron justamente aquellas en las que la calamidad se presentaba mĆ”s grande. En el perĆ­odo de SantoĀ Domingo, la fe se veĆ­a amenazada por la herejĆ­a albigense y el santo se valió del Rosario para salvar la ortodoxia. En Lepanto, la estructura visible de la Iglesia y de la civilización cristiana se encontraba al borde del colapso. El Rosario de SanĀ PĆ­oĀ V impetró, para DonĀ Juan de Austria, la misma victoria que los brazos de MoisĆ©s, extendidos en lo alto del monte, conquistaron para JosuĆ© ante los amalecitas (cf. ÉxĀ 17,Ā 8-13).

Tanto en un caso como en el otro, la garantía de la victoria fue la insigne devoción.

Poderosa arma para nuestros dĆ­as

Actualmente la fe y la Santa Iglesia parecen estar tan o mÔs amenazadas que en aquellos tiempos. Sus peores enemigos ya no se sirven de argumentos claros en discusiones abiertas, ni luchan con armas de hierro o de fuego, sino que se aprovechan de la sombra para crecer, de la ambigüedad para conquistar y del relativismo para demoler.

Debemos, por tanto, echar mano de todos los medios a nuestro alcance para hacer frente a esta crisis y el Rosario, como hemos visto, puede conquistar la intervención de Dios en los acontecimientos.

De la misma forma que Santo Domingo y San Pío V se valieron de él como un «arma para derrotar a los enemigos de Dios y de la religión»,17 así también los fieles de hoy, equipados con ese mismo instrumento de guerra, conseguirÔn destruir fÔcilmente los monstruosos errores e impiedades que por todas partes se levantan.18

No es sin razón que MarĆ­a SantĆ­sima, en dos ocasiones —en Lourdes y en FĆ”tima— preceptuó que todos los hombres lo rezaran. En Cova da Iria —por cierto, durante la aparición de octubre— la Virgen afirmó: Ā«Yo soy la SeƱora del RosarioĀ». Bajo esta bandera vencieron los cristianos en el pasado y bajo ella vencerĆ”n hoy y siempre. ā—Š

Autor: João Luís Ribeiro Matos

Notas


1 BENEDICTO XV. Carta «Di altissimo pregio», 18/9/1915.

2 LEƓN XIII. AmantissimƦ voluntatis.

3 LEƓN XIII. Supremi apostolatus.

4 PƍO XI. Breve apostólico, 20/7/1925.

5 PƍO XII. Carta Ā«Philippinas insulasĀ», 31/7/1946.

6 LEƓN XIII. Iucunda semper.

7 CF. PƍO XI. Ingravescentibus malis.

8 BENEDICTO XV. Carta Ā«In cœtu sodaliumĀ», 29/10/1916.

9 PƍO XI. Breve apostólico, 20/7/1925.

10 PƍO IX. Carta Ā«Pium saneĀ», 24/3/1877.

11 ROYO MARƍN, OP, Antonio. La Virgen MarĆ­a. TeologĆ­a y espiritualidad marianas. 2.ĀŖĀ ed. Madrid: BAC, 1997, p.Ā 467.

12 Cf. SAN LUIS MARƍA GRIGNION DE MONTFORT. Le secret admirable du trĆØs Saint Rosaire. Montreal: Librarie Montfortaine, 1947, pp.Ā 14-15.

13 Cf. GETINO, Luis G. Alonso. Santo Domingo de GuzmÔn. Madrid: Biblioteca Nueva, 1939, pp. 172-185.

14 Cf. SAN LUIS MARƍA GRIGNION DE MONTFORT, op.Ā cit., pp.Ā 2-4. Este opĆŗsculo del gran autor mariano fue alabado por SanĀ Juan PabloĀ II como Ā«preciosa obra sobre el RosarioĀ» (Rosarium Virginis MariƦ, n.ĀŗĀ 8). Cabe notar tambiĆ©n que el Beato Alano y San Luis Grignion fueron los principales apóstoles del Rosario en Francia, como subraya el teólogo dominicano RĆ©ginald Garrigou-Lagrange (cf.Ā La Madre del Salvador y nuestra vida interior. 3.ĀŖĀ ed. Buenos Aires: DesclĆ©e de Brouwer, 1954, p.Ā 266).

15 Como suele ocurrir con personajes antiguos, existe divergencia entre los autores sobre el aƱo de nacimiento de Santo Domingo. El dato de que hubiera nacido a finales de 1171 lo hemos sacado de la colección ECHEVERRƍA, Lamberto de; LLORCA, SJ, Bernardino; REPETTO BETES, JosĆ© Luis (Org.). AƱo Cristiano. Madrid: BAC, 2005, v.Ā VIII, p.Ā 197.

16 La celebración de Nuestra SeƱora del Rosario fue instituida por San PĆ­o V en acción de gracias por el triunfo de las armas cristianas en el golfo de Lepanto, ocurrido el 7 de octubre de 1571, mientras las cofradĆ­as de Roma celebraban procesiones del Rosario, una de ellas presidida por el propio sumo pontĆ­fice. Originalmente, sin embargo, se invocaba a MarĆ­a SantĆ­sima como SeƱora de las Victorias, lo que poco a poco se fue sustituyendo por Nuestra SeƱora del Rosario. En 1716 Clemente XI extendió la conmemoración a la Iglesia universal. León XIII la introdujo en la liturgia y San PĆ­o X la fijó definitivamente el 7 de octubre (cf. ROYO MARƍN, op. cit., p. 507).

17 PƍO XI. Ingravescentibus malis.

18 Cf. PƍO IX. Egregiis, 3/12/1856.

Santos

SoƱando con los escenarios de Hollywood, una talentosa joven recibió una propuesta inesperada…

mayo 21, 2022

En pleno siglo XXI, a mÔs de dos mil años del supremo sacrificio obrado en el Calvario, a menudo se cree que la santidad es un ideal del pasado incompatible con la vida de nuestros días, intangible en medio de la globalización, impensable en el mundo de la mensajería instantÔnea y de las redes sociales.

Era lo que tambiĆ©n pensaba una disipada joven irlandesa hasta que, un Viernes Santo, la mirada del Crucificado cambió el destino de su existencia…

Una irlandesa talentosa

Clare Theresa Crockett nació en Derry, Irlanda del Norte, el 14 de noviembre de 1982. Primera hija del matrimonio Gerard Crockett y Margaret Doyle, desde temprana edad mostró poseer un carĆ”cter fuerte, encantador y vivaz. Llena de dotes y talentos naturales, esparcĆ­a una alegrĆ­a contagiosa y siempre estaba rodeada de amigos, aunque su temperamento fogoso provocara, muchas veces, peleas y desacuerdos…

Actriz nata, acostumbrada a ser el centro de las atenciones y conocida como una niƱa desafiante, Clare ponĆ­a en aprieto a sus profesores con sus ingeniosas salidas. Muy inteligente, llevaba bien sus estudios sin grandes esfuerzos. No obstante, frecuentemente usaba mĆ©todos poco loables: en una ocasión, llegó a robar el libro de respuestas de su profesora, para hacer los deberes con mĆ”s rapidez…

Como era de esperar, Clare no siempre utilizaba sus capacidades para el bien. Se aprovechaba de ellas tambiĆ©n para mentir, fingir, dramatizar… Para ella, todo estaba justificado cuando se trataba de lograr sus objetivos.

La niña creció en un ambiente de relativa catolicidad, hasta que su familia se vio afectada por ciertas adversidades que la llevaron a un profundo alejamiento de la fe. A pesar de continuar cumpliendo algunos deberes que sus padres le exigían por conveniencia social, fue abandonando cada vez mÔs el camino verdadero para iniciar otro, marcado por el vicio y por el pecado. Muy pronto conoció el tabaco, el alcohol y las malas compañías; frecuentaba discotecas valiéndose de documentos falsos y bebía descontroladamente.

Pese a ello, en su personalidad floreció una cualidad singular: la determinación. «O todo o nada» fue, de hecho, el lema que orientó su vida.

Clare el día de su Primera Comunión

SoƱando con los escenarios de Hollywood

Habiendo desarrollado sus dones artísticos, Clare desempeñó diversos papeles en teatros, anuncios y programas de televisión, con vistas a la realización de su mayor sueño: ser una actriz famosa. Se dedicó al estudio de las artes escénicas y aprovechó cada oportunidad para demostrar su talento, en el cual los que la rodeaban depositaban grandes esperanzas.

Sin embargo, con el paso del tiempo, lejos de sentirse feliz con sus conquistas, Clare empezó a darse cuenta del inmenso y constante vacío que habitaba su corazón: cada nuevo éxito conllevaba profundas depresiones. Aunque todavía le atrajeran mucho el prestigio y las glorias mundanas, sentía que había algo mÔs allÔ de aquella felicidad que tanto anhelaba. Si bien que al no lograr comprender de qué se trataba, se hundía cada vez mÔs en sus vicios.

En un retiro espiritual y no en la playa…

En el año 2000, Clare recibió una invitación. En realidad, se debió a un malentendido, detrÔs del cual estaba la mano de la Providencia deseosa de atraerla hacia sí.

Con una amiga durante la peregrinación a Florencia (Italia)

Su mejor amiga, Sharon Doherty, había planeado viajar a España la semana de Pascua. Pero unos días antes una operación de apendicitis se lo impidió. Como no quería perder el billete, que ya estaba pagado, se lo ofreció a Clare. Ilusionada por el atractivo turístico del lugar, aceptó la propuesta, segura de que la esperaban agradables playas y agitadas discotecas.

Lo que no imaginaba era que marchaba a un retiro de Semana Santa con el Hogar de la Madre,1 y a una peregrinación a varios santuarios de Europa. El susto que se llevó al hallarse ante unos días de oración forzosa ”fue monumental! Al no poder librarse del compromiso ya asumido, decidió, entonces, disfrutar del viaje tanto como pudiera, asistiendo lo menos posible a las reuniones y meditaciones.

El Viernes Santo, no obstante, Clare tuvo que comparecer a la ceremonia litúrgica, por ser una fecha muy especial. En determinado momento, sin saber muy bien de qué se trataba, entró como todos en una fila para adorar la Santa Cruz. Imitando tan sólo lo que hacían las personas que tenía delante, se arrodilló y besó el crucifijo. Sin embargo, este acto le causó un fuerte impacto interior.

AsĆ­ describe ella misma la gracia que la tocó: Ā«Yo no sĆ© explicar exactamente lo que pasó, no vi ningĆŗn coro de Ć”ngeles ni ninguna paloma blanca que venĆ­a desde el techo hacia mĆ­, pero tuve la certeza de que por mĆ­ el SeƱor estaba en la cruz. Y junto con esta convicción, me acompañó un vivo dolor […]. Al regresar a mi banco, yo ya tenĆ­a una huella dentro que no tenĆ­a antes. Yo tenĆ­a que hacer algo por Ɖl, que habĆ­a dado su vida por mĆ­Ā».2

Besando el crucifijo durante la ceremonia de Viernes Santo en el
monasterio de San Miguel de las Victorias, Priego (EspaƱa)

Sin esperĆ”rselo, Clare se vio en esa ocasión a solas con JesĆŗs, sintió un inmenso dolor por sus pecados —cometidos contra aquel Amor que se derramaba sobre ella— y comprendió que nada podrĆ­a hacer para consolarlo, excepto darle su vida.

Ā«Ha muerto por mĆ­; me amaĀ», era la Ćŗnica frase que conseguĆ­a articular entre lĆ”grimas despuĆ©s de la bendecida celebración. ExtraƱamente, y segĆŗn su carĆ”cter aĆŗn muy superficial, Clare quiso unir su ansia de celebridad a su nuevo deseo de santidad, explicĆ”ndoselo a todos los peregrinos, el mismo dĆ­a en que la gracia la visitó: Ā«Quiero ser famosa. […] Pero hace una hora yo querĆ­a ser monja tambiĆ©n. AsĆ­ que me he dicho a mĆ­ misma: ā€œSerĆ© una monja famosaā€Ā».3

Nuevas caídas y la decisión final

No obstante, el camino de esta alma sería aún largo y lleno de dificultades. Poseía, mezclados en su interior, la flaqueza de la naturaleza humana caída y el corazón de un Ôguila, que vacilaba en echar a volar.

Tras haber hecho un segundo viaje con las Siervas del Hogar de la Madre, rama femenina de la asociación, regresó a Irlanda y su lucha se volvió feroz: los estudios y las fiestas de nuevo eran lo cotidiano, mes tras mes, sin que se decidiera a cortar con el mundo; y las malas amistades y los vicios la arrastraron, cual otra Magdalena, a abismos aú

Como postulante de las Siervas del Hogar de la Madre

Clare quería borrar de su memoria las gracias que había recibido con las hermanas del Hogar, pero el Señor la «perseguía» con amor paterno. Cierta vez, estando en una discoteca, sintió la mirada reprensora y afectuosa del Salvador diciéndole: «¿Por qué me sigues hiriendo?». Era el Buen Pastor en busca de la oveja descarriada, implorÔndole que se abandonara a sus divinos cuidados, los cuales la podían curar.

El demonio, sin embargo, jugaría su última gran baza en la dura conquista de ese corazón: haría que se abrieran ante éste las tan soñadas puertas de Hollywood. En febrero de 2001, Clare consiguió un papel en un documental realizado por la BBC. 

Aunque era una interpretación secundaria, podría ser el prometedor inicio de su carrera como actriz profesional. El rodaje de la película sería en Manchester y se hospedaría en un hotel de cinco estrellas, en compañía de varias celebridades.

Desde el punto de vista mundano,Ā no podrĆ­a anhelar mĆ”s en aquel momento de su vida. Tocaba con las manos un futuro brillante… Pero se sentĆ­a infelizĀ y, finalmente, comprendió que su sitio estaba lejos de allĆ­. Entonces resolvió marcharse.

El paso decisivo hacia la vida religiosa le costó mucho.Ā Desprenderse de su familia, enfrentar la oposición de amigos y conocidos y abandonar tantos vicios fueron algunos de los embates que, fortalecida por Dios, logró vencer. Y pronto discernió quĆ© deberĆ­a ser en la asociación: Ā«Una santa sierva, que estĆ© muy unida a Ɖl, dispuesta a sufrir todo y a ir a cualquier sitio por amor a ƉlĀ».4

Anhelando conquistar esa meta, empezó a rogar con insistencia el don de la fidelidad: «Ayúdame a odiar el pecado que tú odias, que me mancha y me aleja de ti. No quiero darte mÔs espinas, no quiero que mi Dios llore por mí».5

Escuela del amor

Gracias insignes y un profundo conocimiento de su nada y de su miseria personal llenaron los primeros meses de su vida como religiosa y fueron motivo de muchas explicaciones, que fue anotando en sus cuadernos con la sencillez propia a los amigos de Dios.

Cabe señalar que tenía una absoluta ignorancia en materia religiosa, pero lo que por la inteligencia aún no sabía, Dios se lo comunicaba misteriosamente en su alma: «PapÔ, aunque yo no lo merezco y soy una hija ingrata, tú me has hecho experimentar a veces el monte Tabor, la gloria de Cristo y de la Trinidad dentro de mí, en lo profundo de mi alma».6

No obstante, la santidad fue un duro combate para Clare. Se sentĆ­a dĆ©bil, reincidĆ­a con frecuencia en las mismas miserias de antaƱo y se reconocĆ­a necesitada de una gran purificación, como se puede ver en las anotaciones de su itinerario espiritual: Ā«A pesar de mis esfuerzos de unión con el SeƱor, a veces caĆ­ en el egoĆ­smoĀ»;7 «¿Quiero vencerme a mĆ­ misma? SĆ­. ĀæQuĆ© es lo que me hace sufrir? No ser reflejo de Ɖl, no ser como Ɖl. Mi mucha falta de caridad y humildadĀ».8

La nota dominante de su vida de santificación siempre fue el amor, con el cual buscaba retribuir el amor infinito de Dios por ella. Y, consciente de que amar implica sufrir y negarse a sí mismo, enseñaba: «El amor es sacrificado; no superficial ni sentimental».9 Su devoción a la Santísima Virgen era también muy entrañada: «Sé que soy muy querida por su Corazón y algunas veces me ha dejado descansar allí».10

En la profesión de los votos temporales, el 18 de febrero de 2006

En medio de las luchas y un decidido progreso espiritual, el 8 de septiembre de 2010, Clare hacía, finalmente, los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. Por su unión con Nuestra Señora y las tres Personas divinas, decidió tomar el nombre de Hna. Clare María de la Trinidad y del Corazón de María.

Fiel hasta el final

Sin perder nada de su alegría radiante, de su talento artístico y de su carisma personal, la Hna. Clare se transformó, poco a poco, en un auténtico ejemplo de generosidad para todos los que convivían con ella. A lo largo de sus quince años de vida religiosa, donde quiera que estuviera se destacaba por su obediencia, su donación de sí misma y su radicalidad de entrega y de observancia de la moral católica.

No temĆ­a en seƱalar el camino correcto a los que dirigĆ­a, ni de mostrar con claridad las exigencias de la virtud, como fruto de sus insistentes peticiones al SeƱor: Ā«Dame la gracia de nunca tener miedo de dar testimonio de ti, de jamĆ”s esconder el rosario cuando salgo. […] AyĆŗdame a nunca huir del loboĀ».11

Las pruebas con las que Dios quiso purificarla a menudo asombran por su dureza; sin embargo, su alma sensible y flaca se hizo fuerte dejÔndose crucificar con el Crucificado y, por eso, jamÔs manifestaba la desolación interior en que no raras veces se encontraba.

Habiendo avanzado de forma muy definida en la vía de la renuncia a sí misma, del amor a Dios y de la entrega sacrificada al prójimo, el 16 de abril de 2016 la Providencia vino a recoger su alma, cual fruto de agradable aspecto, madurado por los sufrimientos y endulzado por la caridad. Un terremoto en la ciudad de Playa Prieta (Ecuador), donde por entonces residía, puso fin a su trayectoria terrenal. Fue la única religiosa fallecida en esa ocasión y, por bondad de la Virgen, estaba muy bien preparada para ello.

”Entreguémonos a Dios por entero!

Con el hƔbito de trabajo en Priego (EspaƱa), en 2009

Clare fue para la humanidad de nuestro siglo un modelo de auténtica conversión. Probó, con su propia vida, que la santidad es el único camino hacia el Cielo y que estÔ al alcance de todos, por los méritos infinitos de la Pasión del Redentor.

Hoy, cada uno de nosotros es llamado a seguir su ejemplo, entregando todo lo que somos y poseemos en las manos de Dios, sin reservar nada para nuestro egoĆ­smo. Que ella interceda por nosotros y nos conceda comprender a fondo que al Cordero Divino no se le ofrece nada a medias; se trata de entregarle Ā«o todo o nadaĀ».Ā ā—Š

Por:Ā  Hna. Diana Milena Burbano, EP

Notas


1 Asociación pĆŗblica de fieles fundada en EspaƱa por el P. Rafael Alonso Reymundo.

2 GARDNER, SHM, Kristen. Hermana Clare Crockett, sierva del Hogar de la Madre. Sola con el Solo. Zurita: Fundación E.U.K. Mamie, 2020, p. 63.

3 ƍdem, pp. 65-66.

4 ƍdem, p. 143.

5 ƍdem, p. 147.

6 ƍdem, p. 165.

7 ƍdem, p. 153.

8 ƍdem, p. 145.

9 ƍdem, p. 231.

10 ƍdem, p. 167.

11 ƍdem, p. 158.

Ɓngeles

En la Sagrada Biblia se menciona el nombre de tres ArcÔngeles; Miguel, Rafael y Gabriel, cada uno con un significado y una misión.

enero 28, 2022

Aproximadamente desde el siglo VI se conmemora la existencia de los tres ArcÔngeles: Miguel, Gabriel y Rafael. La fiesta es celebrada por la iglesia el 29 de Septiembre de cada año; ya que según la Sagrada Escritura son los mensajeros de Dios y «poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra» (Sal 103, 20), y «enviados para servir a los que deben heredar la salvación» (Heb 1, 14).

Numerosas son las situaciones en las que las escrituras nos cuentan como los Ôngeles cumplen una misión importante en la vida de Jesús; como cuando el ArcÔngel Gabriel anuncia a María la venida de Jesús y luego a José le revela también el misterio de la maternidad de la Virgen. Mediadores de grandes acontecimientos e intercesores que batallan espiritualmente por toda la humanidad.

En la Sagrada Biblia se menciona el nombre de tres ArcÔngeles; Miguel, Rafael y Gabriel, cada uno con un significado y una misión.

San Miguel "Quien como Dios" del hebreo "Mija-El"

El pimero de los tres ArcÔngeles es el Príncipe de los demÔs Ôngeles, defensor de los cristianos que gana victorias ante el enemigo; por lo que la Iglesia Católica le tiene gran devoción al pedir ayuda contra los ataques de satanÔs.

El Dr. Plinio Correa de Oliveira comentó: «San Miguel comandó la lucha contra los demonios y los precipitó al Infierno. El es el jefe de los Ángeles de la Guarda de los individuos y de las instituciones. El es el mismo Ángel de la Guarda de la Institución por excelencia, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.» (Extraído de conferencia del 28/09/1966)

Oración

San Miguel ArcÔngel, defiéndenos en la batalla: sé nuestra protección contra la malicia y las acechanzas del diablo. Reprímalo Dios, suplicamos humildemente: y tú, oh príncipe de la milicia celestial, arroja a los infiernos a satanÔs y a los otros espíritus malignos que andan sueltos por el mundo, para causar la perdición de las almas. Amén.

San Gabriel "Dios es mi protector" "Fortitudo Dei" (Fortaleza de Dios)

El ArcÔngel mensajero; quien trajo al mundo la bella noticia, quien anuncia a Zacarías el nacimiento de Juan Bautista y quien declara «Yo soy Gabriel que asisto a la vista de Dios» (Lc, 1, 19).

Oración

Dios, señor nuestro, imploramos tu clemencia para que habiendo conocido tu Encarnación por el anuncio del ArcÔngel San Gabriel, con el auxilio suyo consigamos también sus beneficios. Por Jesucristo nuestro señor. Amén.

San Rafael "Dios te sana"

El ArcƔngel que aleja enfermedades y protege en los viajes; aparece en las escrituras en el libro de Tobƭas, curƔndolo de su ceguera y acompaƱando al hijo de este en un peligroso viaje para luego conseguirle una esposa.

Oración

ArcÔngel San Rafael, que dijiste: bendecid a Dios todos los días y proclamad sus beneficios. Practicad el bien y no tropezareis en el mal. Buena es la oración con ayuno y hacer limosna mejor que atesorar oro, te suplico me acompañes en todos mis caminos y me alcances gracias para seguir tus consejos. Amén.

Los Caballeros de la Virgen, constituyen una Asociación Internacional de Derecho Pontificio fundada por Monseñor João ClÔ Dias, EP.
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